Desde diversas formas, la obra de María Elvira Escallón ha abordado el flujo del tiempo, ese transcurrir constante que percibimos a través del cambio y el movimiento, pero cuyas partículas no podemos tomar en nuestras manos, porque una vez tomadas, ya se fueron nuevamente. Escallón recorre ese tiempo a través de arena que cae, hielo que se deshace, la visita a un hospital público que, aun estando joven y saludable, es convertido en ruina, o tallas escultórica en árboles vivos, realizadas en extensas zonas de monocultivo donde el hombre ha montado un sistema de producción destinado a algo imposible: economizar tiempo. Cómo si el tiempo pudiera ser economizado, o guardado o, más aun, acumulado!