En julio de 2004, el ciudadano José Ángel Rodicio inicia una huelga de hambre en protesta por el precinto administrativo impuesto por la autoridad municipal sobre el equipo de música de su bar (La Campana de los Perdidos), uno de los pocos locales de Zaragoza con actuaciones en vivo y un pequeño escenario por el que pasan semanalmente nuevos e históricos músicos, intérpretes y cantautores, espectáculos de animación infantil, magia y monólogos.
Antes, durante y después de su decisión, el programador y hostelero recibió el apoyo de gentes de la cultura, público de esos espectáculos, políticos… llegando a celebrarse varios conciertos en solidaridad con La Campana.
Rodicio abandonó su huelga de hambre con el compromiso del Ayuntamiento de solucionar el tema, aunque la música en vivo nunca dejó de sonar en ese local del casco antiguo zaragozano (con y sin amplificación).