La espera pasada por agua mereció la pena. Aunque hubo que esperar unos veinte minutos para que la tormenta que cruzaba Mérida justo a la hora en la que estaba previsto el inicio del concierto, diera una tregua y permitiese comenzar el espectáculo. Era una noche ansiada por el público. El deseo se notaba en el ambiente. El respetable, que abarrotaba las gradas por segunda noche consecutiva, pidió a gritos que el concierto se celebrase, aún teniendo que utilizar los vomitorios del propio monumento para refugiarse de la lluvia.