Laura e Irati tienen 29 y 21 años respectivamente. Ambas nacieron en Zaragoza en familias de etnia gitana y merchera, se conocieron en un recurso de apoyo a víctimas de violencia de género, y vivieron seis meses durante el pasado año en el cementerio de Rentería, en País Vasco. Atravesadas por una realidad de precariedad extrema, sus compañeros/as de la calle les sugieren que duerman en lugares más expuestos al público para que los Servicios Sociales puedan acceder con más facilidad a ellas y empezar a tramitar su inclusión en un albergue y demás recursos que se pondrían a su disposición. Sin embargo, el miedo conduce a que una pareja de chicas jóvenes en situación de calle se escondan en el lugar menos esperado para cualquiera.
Mirar al problema de la exclusión social de frente implica reconocerla como una causa sustancial al modelo económico y político que caracteriza a nuestras sociedades. La experiencia de Laura e Irati no es ajena a esta realidad ni tampoco supone un caso aislado. Al contrario, ellas junto a un porcentaje alto de la población ponen en evidencia la necesidad que debe imperar, más en momentos de especial incidencia de crisis como la que estamos viviendo, en una sociedad que persigue ideales de igualdad y reconocimiento de los Derechos Humanos.